«SI QUIERE UN HIJO MIEDOSO, PROTÉJALE Y RESUELVA
SUS PROBLEMAS»
José Antonio Marina dedica su último
libro, «Los miedos y el aprendizaje de la valentía», a padres y profesores
ISABEL
PERMUY
Que
el filósofo José Antonio Marina reconozca que «todos tenemos miedos» puede
resultar tranquilizador. Aunque haya un matiz que las personas, según este
investigador, deberíamos tener claro. «Hay miedos que nos protegen y miedos
que nos destruyen. Estos últimos son nuestros enemigos y como tal hay que
declararles la guerra». Esta batalla de Marina está especialmente dirigida
a los niños, porque sus miedos, asegura, «pueden llegar a entorpecer su
desarrollo». Sobre cómo enseñarles a afrontarlos y vencerlos versa su último
libro, «Los
miedos y el aprendizaje de la valentía», toda una pedagogía del
coraje.
—Dice usted que hay miedos que nos protegen, y
miedos que nos destruyen. ¿Por qué a veces consigue dominarnos el miedo?
—Porque
es muy astuto, es muy sutil, nos engaña con mucha facilidad. Engaña porque nos
presenta como solución justo aquello que hay que evitar, que es la huida. Y con
muy buenas razones. Por ejemplo: una persona a la que le da miedo ir a una
fiesta, en vez de decir "me da miedo la fiesta", lo que piensa es
"si va a ser muy aburrida, para qué voy a ir, además no tengo que ponerme,
y encima que bien, porque dan una pelicula en la tele". Acaba no yendo, y
su decisión le tranquiliza momentáneamente. Pero la soledad es un antídoto
falso contra el miedo social. Falso porque en realidad lo está alimentando. Al
miedo hay que tenerle verdadero odio. Hay que declararle la guerra.
—Este libro está dedicado a los miedos infantiles y
adolescentes. ¿Qué tenemos que ver los padres en los miedos de nuestros hijos?
—Mucho.
Los padres deben intentar no transmitir sus miedos al niño, porque los miedos
se copian. Otras veces los niños aprenden los miedos porque se los contamos.
Les damos demasiadas advertencias del tipo: «No hagas esto que es muy
peligroso», lo que hace que los pequeños vayan teniendo la idea de que viven en
un mundo hostil lleno de peligros, donde lo mejor es no salir mucho al
exterior. Es decir, si usted quiere un hijo miedoso y vulnerable, protéjale,
resuelva sus problemas, dele ejemplos de cobardía... En las familias se aprende
el modo de enfrentarse a los problemas, que es un componente muy importante de
la valentía. La valentía en realidad significa: «Me molestan los problemas como
todo el mundo, pero procuro enfrentarme a ellos». En cambio las conductas de
evitación favorecen el miedo. Y muchos niños aprenden las conductas de
evitación en sus familias.
—Por contra, ¿qué podemos hacer los padres para
criar hijos valientes?
—Lo
importante es que el niño no aprenda miedos exagerados o peligrosos para él.
Eso se puede conseguir demostrándole que vive en un ambiente seguro, que no
todo el mundo es malo, que el mundo es previsible (mediante unos ritmos
estables de vida...). También no provocándole experiencias de miedo
injustificado, ni asustándolo. Y por supuesto, premiando todas las conductas
donde el niño demuestre algo de valentía.
—¿Cómo actuamos, en cambio, cuando detectamos un
miedo en nuestro hijo?
—Lo
primero es no quitarle importancia. Da igual que sea miedo o que viene lloroso
porque no le han invitado al cumpleaños de su amiguito. No son cosas de niños.
Para el niño en ese momento es muy importante porque está ocupando toda su
conciencia. Es muy conveniente que las primeras palabras que aprenda el pequeño
(a los dos o tres años) sean palabras que tengan que ver con los sentimientos,
tanto de tristeza como de alegría. En el momento en que puede hablar de ellos,
verbalizarlos, comunicarlos... también conseguirá tranquilizarse. Hay que tener
en cuenta que el niño se asusta cuando no sabe qué le pasa. Si, definitivamente
debemos hablarles y conviene mucho que ellos hablen también de sus miedos. Los
padres tienen que tener paciencia para escucharles cuando hablan de esto o de cualquier
sentimiento que les perturba. Es importante también que sean conscientes de que
cuando tienen la primera noticia de los miedos de su hijo, no es el momento de
dar consejos, sino de acogerlo y confortarlo. Cuando esté calmado, podremos
hablar de ello. Convendría entonces preguntarle qué solución se le ocurre a él.
Los niños tienen ideas estupendas. Además, esta es la forma de enseñarle a
afrontar los problemas.
—La timidez y las dificultades en las interacciones
sociales de los niños aparecen en su última obra como el problema más frecuente
e importante de los menores. ¿Cuáles son los procedimientos para luchar contra
esto?
—Los
procedimientos para luchar contra la timidez pasan por no sobreproteger al
niño, porque eso favorece las conductas de evitación y las premia. También por
no colaborar con su miedo, permitiéndole que viva en permanente retirada. Y por
intentar corregir las explicaciones que se da acerca de su miedo. Sería
conveniente ayudarle a mejorar sus habilidades sociales, favoreciendo las
ocasiones de exposición al «peligro» (invitando amigos a casa, animándole a que
inicie interacciones, etc). También ponerle pequeñas tareas en las que pueda
triunfar y elogiar sus éxitos... Es importante combatir la timidez porque esta
priva al niño de uno de los grandes antídotos del miedo, que es la amistad y
una buena interacción con sus iguales.
El miedo al colegio
—En «Los miedos y el aprendizaje de la valentía»
usted cita el miedo a ir a la escuela de determinados niños como otro gran
problema en aumento. ¿De dónde nacen y cuál debería ser aquí el papel del
docente?
-De
que son niños que anticipan consecuencias desfavorables: los compañeros se van
a reir, les van a regañar, no van a saber contestar, voy a ser más torpe que
los demás... Por alguna razón, estos chicos detectan algún elemento amenazador
donde otros no lo ven. Las dificultades de aprendizaje causan muchas
preocupaciones. Algunos niños llegan a hacer novillos porque les da miedo no
aprender. Estos miedos se podrían achacar a una mala acción del docente. Lo más
importante es que estos no caigan en esa tentación de utilizar el miedo, porque
es muy fácil hacerlo. Los docentes tenemos que estar alerta porque con
frecuencia los niños salen de la escuela sabiendo con certeza para qué no
sirven, pero sin tener una idea clara de sus fortalezas. Y eso puede provocar
un sentimiento crónico de no poder enfrentarse a los problemas. Con mucha
frecuencia se utiliza el miedo como herramienta pedagógica pero la escuela
tiene que ser un ámbito alegre y un ámbito de confianza. Esto no se nos debe
olvidar nunca.
«El mayor miedo de los adultos es a
la evaluación de la mirada ajena»
Marina
apunta «al miedo a la evaluación o a la mirada ajena, al que estará pensando el
otro de ti, a defraudar», como el problema que más afecta a los adultos. Eso,
indica este investigador, «es lo que hace que muchas personas no se atrevan
siquiera a ir a comer en público, o a pedir un aumento de sueldo, o a reclamar
el dinero que hace tiempo le prestamos a un amigo. Esto en algunas personas
llega hasta extremos inconcebibles. Les da vergüenza protestar en una tienda,
aunque les hayan cobrado de más. No son miedos patológicos pero son miedos que
dificultan mucho la vida».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario